25 ANOS DEL TMEO

La revista TMEO está de celebración: acaban de cumplir 25 años. Jugando con la escatología –una temática muy en la línea de esta ácrata revista- y como una de las actividades pensadas para celebrar su onomástica desde este viernes 27 de julio y hasta el 10 de septiembre podemos ver en Zuloa Espacio (Correría 21, Vitoria-Gasteiz) la exposición titulada “25 anos del TMEO”. No hay error ortográfico: “25 anos del TMEO”.
Es esta una exposición que visitó durante el mes pasado la ciudad de Regensburg (Baviera, Alemania) y que ahora recala en Vitoria para mostrarnos diversos contenidos de la historia de esta ya mítica publicación: una selección de originales realizados por sus autores, de portadas, de carteles…










TMEO 25 ANIVERSARIO
“25 AÑOS NO ES NADA, CABRONES”
Por Borja Crespo


El TMEO cumple 25 años. ¡Toma ya! Está hecho un chaval. Con menos paga en el bolsillo, eso dicen, pero da igual. ¡Da igual! A no quejarse. Lo importante es participar y, sobre todo, ¡divertirse! Esto se acaba rápido, con lo cual vamos a intentar realizar el viaje hacia la luz con lujuria y algarabía, máxime en los tiempos que corren, harto impredecibles. En la caravana de nuestras vidas lo suyo es disfrutar de las batallas campales, ahora y siempre. Por ello, se antoja indispensable llenar el portamaletas de la furgoneta que acarrea nuestra existencia únicamente con lo realmente importante. Arrastrar toneladas de carcajadas para afrontar nuestras tribulaciones a diario. Llevar a cuestas, sobre la castigada espalda, una mochila bien cuca cargada de momentos memorables, de barra en barra, de monte en monte, de cama en cama, de viñeta en viñeta… Atrás han de quedar los lamentos, el desaliento y la mala pata. Esencial, por tanto, cargar con el TMEO. Caminar a su lado. Alivia el dolor y enfatiza el buen humor. Son muchos los ejemplares que han visto la luz en su incansable andadura, es cierto, pero, a pesar del gigantesco motón, más vale guardar todos los números con cariño en el desván, apilados y aseados, lejos de la humedad, y dejarnos de cuidar tanto Geyperman. Forman parte de nuestra memoria. Vital para entender lo que pasa, y ha pasado, ahí fuera y aquí dentro.


25 años dan para mucho. Muchísimo. Muchos TMEOS acumulados en el cerebro, por el bien de nuestro estado mental. Muchas risas e incorrección política, dejándose el lápiz y el papel en una constante lucha contra el cáncer del tedio, una guerra fratricida que tiene que durar todavía muchísimo más, ¡por la salud del bienestar social! ¡Incombustible! Poniéndonos menos serios, ¿qué se puede decir del TMEO a estas alturas que no se haya dicho ya? En su número 100 me cagué en sus páginas con afecto, esgrimiendo un texto entregado, eructando palabras malsonantes, protestando ingenuamente porque nunca había logrado hasta entonces publicar algo, ni un miserable dibujo en el correo del lector, en su vitriólico sumario. Tras aquella colaboración, donde no me cansaba de gritar cariñosamente ¡puto TMEO!, vuelvo a la carga, regreso haciendo la ola, escupiendo halagos en su aniversario, cumpliendo por segunda vez con un encargo necesario para que me vaya a la tumba tranquilo, con los deberes hechos.


Este juvenil cumpleaños certifica la buena salud de este mozalbete, adalid de la edición independiente, que resiste ahora y siempre al invasor cibernético. En la época de las cansinas redes sociales, el exhibicionismo en internet, tanto egotrip y tanta tontería, pornografía emocional incluida, se agradece que existan iniciativas como esta publicación vasca que te casco, cuyo contenido pringa y hace pensar. Divierte tocando las pelotas. El entretenimiento ideal. Virtudes que se revalorizan con el paso del tiempo, en un mundo invadido por el patético buenrrollismo. Si te produce nauseas lo que tienes alrededor, echa un vistazo al TMEO, genial sopicaldo gráfico contra el albardamiento. El pasatiempo perfecto para reír y llorar sin tener que apretar el esfínter. Transgresión puede ser sinónimo de diversión. Y de terrorismo, con la que está cayendo, razón de más para sacar la charanga a la calle y darle al bombo, los platillos y el matasuegras, con el objetivo canalla de celebrar las veinticinco primaveras de un producto único e intransferible, capaz de remover conciencias a ritmo de rock radical. Donde dice escatología… ¡lea revolución!


Quiero creer que hay TMEO para rato, que el papel durará por los siglos de los siglos, amén. Quizás soy un romántico de pandereta, un esencialista redomado, un patán trasnochado, pero no hay nada mucho mejor, aparte de follar y emborracharse, que meterse en la cama a leer un tebeo recién adquirido. Calentito, como un señor, pasando las páginas con fruición, embelesado con el poder de la manta, con el paquete de kleenex a mano (por las lágrimas de emoción, no se confundan). Echar el palo emponzoñando de alcohol ojeando el TMEO ya es LA DESCOJONACION. ¿Y leerlo en la playa? Al lado de esa familia dominguera que no da crédito, no entiende el cachondeo que se atrae el vecino de toalla. Es más, se horrorizan con la portada que pone a caldo a este o aquel, con humor negro y chispeante ironía. La marca de la casa. En verano o en invierno, en primavera u otoño, leer el TMEO es nutritivo para el alma. Nos ayuda a no precipitarnos en el abismo. Además, sirve para espantar moscas convenientemente enrollado. Agítese antes de usar. 25 años. Será cabrón, ¡quién los pillara!